La humanidad está incrementando a un ritmo frenético la cantidad de información que genera. Nunca produjo tantos datos. Y el volumen de información generado en múltiples formatos desafía la capacidad de diferentes industrias de producir adecuados soportes de almacenamiento; por eso, ya hay científicos que están buscando nuevas formas de guardar datos. Una línea de investigación trabaja en la posibilidad de almacenar información en moléculas de ADN, cuya principal función en la naturaleza es, justamente, guardar información, lo que hace con una eficiencia y un nivel de miniaturización inigualables.
El ADN es una portentosa base de datos. Contiene toda la información genética necesaria para construir seres vivos. En su rol natural, lo que las moléculas de ADN guardan son los datos necesarios para que los seres vivos, de generación en generación, se desarrollen con sus rasgos particulares, adquieran ciertas características y lleven a cabo determinadas funciones y conductas.
Las moléculas de ADN tienen a su favor, además, la capacidad de conservar los datos durante milenios sin necesitar grandes cuidados, como lo demuestra el hecho de que se consiguió extraer ADN de fósiles y reconstruir el genoma de los neandertales. Entonces, el razonamiento que siguieron los expertos es el siguiente: si es una base de datos tan buena, sería interesante poder codificar en moléculas de ADN cualquier información.
Textos, sonidos, fotografías o videos podrían guardarse en esas moléculas.
Un trabajo de científicos de las universidades de Harvard y John Hopkins, publicado en septiembre de 2012 en la revista Science , arribó a la conclusión de que la molécula de ADN es el dispositivo que puede almacenar mayor cantidad de información medida en bits por milímetro cúbico. A su vez, a principios de este año apareció en la revista Nature una investigación de científicos estadounidenses y del Laboratorio Europeo de Biología Molecular en el que se muestra cómo se logró guardar en moléculas de ADN (que luego se insertaron en una bacteria) material fotográfico, textos y audios.
Y ya hay una experiencia ARGENTINA en esta materia. Un grupo de alumnos e investigadores del Instituto de Tecnología de la Universidad Argentina de la Empresa (UADE), encabezados por Federico Prada, lograron guardar en moléculas de ADN la primera parte del Himno Nacional.
Según Prada mediante un algoritmo (es decir una fórmula o función matemática), transformaron la partitura de la introducción del Himno al formato genético, es decir a una larga oración formada por cuatro letras (A, T, C y G). “Después –sigue Prada– buscamos una empresa que nos pudiera sintetizar (“imprimir”) la molécula de ADN que habíamos generado. Lo hizo una empresa de afuera (en la Argentina nadie hace secuencias tan largas)”. La síntesis es muy cara, entre uno y dos dólares la letra (el himno entero hubiera costado unos 8.000 dólares).
Después, el equipo recibió por correo, en un pequeño tubo, las moléculas de ADN. Allí, tras algunas horas de trabajo de laboratorio, ya tenían los primeros acordes de la canción patria guardados en una molécula de ADN. Pero al proceso le faltaba un paso, colocar esos datos en una bacteria. ¿Para qué? Para replicar la información, cosa que la bacteria hará, al reproducirse, con una eficiencia increíble y del mismo modo que replica su propia información genética.
Cuando la información está en una molécula de ADN, “necesitás un organismo vivo para que te ayude a copiar esa información.
De ese modo, en una sola noche podríamos obtener una copia del Himno para cada habitante del planeta ”, explicó Prada.
Finalmente, cuando se necesite recuperar la información guardada en el ADN, habrá que secuenciar ese ADN, lo que puede hacerse en el país y a bajo costo.
Prada no tiene dudas acerca del potencial de técnicas como éstas debido a la necesidad de mayor capacidad de almacenamiento.
“Si no es la molécula de ADN será otra, pero hay que cambiar el paradigma de almacenamiento sin lugar a dudas”, dice.
Y para ilustrar la miniaturización que alcanza el almacenamiento en moléculas de ADN señala que todos los datos contenidos en una biblioteca de 52.000 libros, que pesa unas 36 toneladas, puede guardarse en una centésima parte de gramo de ADN, “en un granito de arena de ADN”.